• Fernando Maqueda CarmenSempra ha publicado una actualización hace 7 años, 7 meses

    EL SOMMELIER ERRANTE…

    El insigne pródigo regresaba a Burgohondo, a su pueblo y al volante de su Mercedes, disfrutaba viendo el paisaje ¿Y quién no? a derecha e izquierda de la carretera, sus compañeros de viaje; pinos, abetos, mimbreras, chopos, nogales y robles, le recordaban parajes y rincones de su niñez. Atravesaba pantanos y subía repechos, rememorando su primer viaje en autobús y en sentido inverso, camino hacia la capital. Mayor fue su emoción al dejar a su espalda el pueblo de San Martín de Valdeiglesias y entrar en la provincia de Ávila. Su corazón le dio un vuelco y la Sierra de Gredos la bienvenida. El coche ascendía veloz hacia la Atalaya, dejando a su lado izquierdo los verracos de piedra de los toros de Guisando y antes de llegar a la villa de El Tiemblo, el vecino Cebreros y sus campos de viñedos le saludaban a su derecha, compitiendo con helechos y pinos centenarios de La Yedra, repleta de bosques y manantiales y con El Castañar de los tembleños que le hacían guiños a su izquierda. En pocos minutos divisó el embalse del Burguillo, cruzando veloz las arcadas de su viejo puente de piedra. Embalse, pantano o lago, que como un pequeño mar, le recordó veranos sofocantes y calurosos, bañándose en sus calas solitarias. Ascendiendo la pendiente, que sin remedio le llevaría a la ciudad de Santa Teresa, divisó en la lejanía el pueblo de El Barraco, cuna de corredores y velocipedistas, girando de inmediato a la izquierda, para alcanzar Navaluenga. Poco quedaba para llegar a su pueblo… al dejar ese municipio, y siempre a su vera el río Alberche, apareció ante sus ojos, en las faldas de la Sierra de Hoyocasero, el municipio de Burgohondo.