Blog

Peleas entre escritores: Hemingway, Quevedo, Arthur Conan Doyle, Lord Byron…

En una entrevista, el escritor Rodolfo Ybarra Pinto afirmó que las peleas  entre escritores se han vuelto ya un género literario por derecho propio. «Tú ves esas peleas entre escritores y vas a encontrar que hay mucha habilidad y mucha inteligencia, y en otros casos no los hay», añadía. Estos enfrentamientos han sido una constante histórica que ha hecho las delicias de los lectores más sanguinarios. Quizá por ese motivo han sido tantos los autores aficionados al boxeo…

Escritores contra escritores

162Ernest Hemingway, John Dos Passos, Joan Miró, Arthur Conan Doyle o Lord Byron son sólo algunos de los escritores más famosos de cuantos han practicado la afición pugilística, aunque no todos ellos siempre en calidad de deporte. Las peleas entre escritores, antes que nada, son peleas entre hombres (es un hecho que históricamente las mujeres escritoras han sido una minoría, por desgracia), y estos “machos” a menudo han tratado de resolver con los puños lo que las palabras no conseguían conciliar.

Se cuenta, por ejemplo, que Valle-Inclán discutió con Manuel Bueno, con la mala fortuna de resultar herido del brazo, el cual poco después se gangrenó y hubo de ser amputado. Igualmente, Vargas Llosa noqueó al recientemente fallecido García Márquez de un solo puñetazo, presumiblemente por un lío de faldas, acabando de ese modo con una íntima amistad de años.

No obstante, la mayoría de estos enfrentamientos no hubieron de lamentar bajas. Algunos autores, como Tolkien y C. S. Lewis, simplemente dejaron de hablar (en su caso, por motivos religiosos); otros —la mayoría—, se batieron en duelo con pluma y papel en lugar de espada y escudo (o a puño limpio), como Samaniego y Tomás de Iriarte: cuando el segundo publicó sus fábulas describiéndolas en el prólogo como «las primeras fábulas originales en lengua castellana», Samaniego reaccionó parodiando los poemas de Iriarte, el cual respondió de manera igualmente combativa.

Albert Angelo recogió en 2006 muchas de estas batallas literarias en su libro Escritores contra escritores. Más recientemente, Neorrabioso, el alter ego del poeta Batania, ha documentado en su blog más de 600 polémicas o troyas, como él las llama, entre literatos, destacando entre los más belicosos Quevedo, Pío Baroja (que solía esperar a la muerte de sus rivales para arremeter contra ellos), Juan Ramón Jiménez, Borges, Umbral y Bolaño. En cuanto a los más criticados, señala a Lorca, Neruda, Cela, Vargas Llosa y García Márquez. Su enfrentamiento predilecto, el de Pablo de Rokha contra Neruda, a quien dedicó un libro entero de críticas llamado Neruda y yo.

Entre los literatos españoles, como no podía ser de otro modo, estos combates a pluma han sido, más que frecuentes, constantes. Cuando Juan Ramón Jiménez atacó la obra de Lorca, los amigos de éste, Buñuel y Dalí, escribieron un sangrante manifiesto en su contra. Mucho antes, Lope había cuestionado la capacidad dramatúrgica de su antiguo amigo Cervantes, más apasionado al teatro que buen escritor de él, a lo que el autor del Quijote respondió en su más famosa obra de manera explícita (aludiendo al tono pretencioso de las obras de Lope) e implícita (según algunos estudiosos, el asno de Sancho Panza representa al autor de Fuenteovejuna); ello explicaría la aparente implicación de Lope en la escritura del apócrifo Quijote de Avellaneda. En concreto, Lope diría:

«De poetas, no digo: buen siglo es éste. Muchos están en cierne para el año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote».

Lope encontraría, sin embargo, la horma de su zapato con uno de los más sarcásticos escritores de todos los tiempos: Francisco de Quevedo. Los enfrentamientos entre Lope y Quevedo son bien conocidos, sólo superados por la tirria (recíproca) que el manchego sentía hacia Góngora, hasta tal punto que adquirió su casa del actual Barrio de las Letras madrileño sólo para poder desalojarlo de ella. Además del soneto A una nariz, en el que hacía histórica mofa de la “nasalidad” gongorina, Quevedo escribió numerosas composiciones contra el cordobés, imitando en ocasiones el estilo recargado y pedante con el que solía escribir éste:

¿Qué captas, noturnal, en tus canciones,

Góngora bobo, con crepusculallas,

si cuando anhelas más garcibolallas

las reptilizas más y subterpones?

 

Microcosmote Dios de inquiridiones,

y quieres te investiguen por medallas

como priscos, estigmas o antiguallas,

por desitinerar vates tirones.

 

Tu forasteridad es tan eximia,

que te ha de detractar el que te rumia,

pues ructas viscerable cacoquimia

 

farmacofolorando como numia,

si estomacabundancia das tan nimia,

metamorfoseando el arcadumia.

 

En tiempos más reciente, el columnista y escritor Francisco Umbral se refirió a Alejo Carpentier como «comunista deslumbrado por el lujo», aunque las críticas contra el propio Umbral no escasean: de él dijo Delibes que «escribe como mea» y Juan Manuel de Prada le dedicó las siguientes palabras:

«La tragedia de Umbral es que quiso ser Cela, pero él íntimamente sabe que sólo es un epígono degradado de los prosistas de la Falange».

Al otro lado del charco, abundan los libelos contra autores de la talla de Borges. Martínez Estrada lo calificó de «turiferario a sueldo, vendido y envilecido» y Enrique Anderson Imbert sentenció:

«Sus libritos, engendrados sin sangre y sin fuerza en sus entrañas mal alimentadas, van apareciendo año tras año, pero muertos».

Por su parte, Roberto Arlt manifestó su incredulidad ante el hecho de que el autor estuviese escribiendo un sainete («¡Imagínense de cómo saldrá eso!», añadiría), a lo que Borges contestó definiéndolo como «un malevo desagradable, extraordinariamente inculto».

Tampoco faltan los escritores y poetas críticos con Neruda. Vicente Huidobro describió su poesía como «fácil, bobalicona, al alcance de cualquier plumífero; la poesía especial para todas las tontas de América». Más agresivo, Bolaño escribió:

 «La literatura chilena gira en torno a un sol muerto que se llama Pablo Neruda y que es la principal coartada para que exista esa entelequia que llaman ‘literatura chilena’».

En cualquier caso, las hostilidades de Bolaño destacan por su frecuencia. Contra Neruda, también dijo que, «como poeta, sería maricón o si acaso loca, como Whitman y Blake. Neruda y Paz, en cambio, son maricas». A Laura Esquivel, de quien Marcela Serrano afirmó que, junto con Ángeles Mastretta, «son un tiro al aire con una sola novela», se refirió en los siguientes términos:

«Entonces aparecen escritores en los que no hay nada. O son malos copistas del realismo mágico, como la mexicana Laura Esquivel, o pésimos escritores, entre comillas, juveniles, como Alberto Fuguet, o son escritores que toman temas históricos de una forma nefasta».

En España, también ha vertido críticas contra otro autor polémico: Pérez Reverte. Alan Pauls ya se refirió al perezrevertismo, «una suerte de literatura acabada» que personalmente odiaba. Bolaño, en cambio, criticó que en la RAE no se encontrasen Marsé, Goytisolo o Mendoza y sí Reverte, añadiendo a continuación: «Bueno, también está Paulo Coelho en la Academia brasileña».

Asimismo, diría de Isabel Allende:

«Me parece una mala escritora simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea escritora, es una escribidora».

La aludida respondería después, muerto Bolaño, que se trataba de una persona «extraordinariamente conflictiva que nunca dijo nada bueno de nadie» y que el hecho de haber muerto no lo convertía en mejor persona. No obstante, no sólo Bolaño vertió críticas contra Allende. El escritor argentino Andrés Neuman afirmó lo siguiente:

«Hay quien aspira a Donoso y se queda en Skármeta, o quien sueña con Huidobro y tiene que conformarse con Isabel Allende».

Otro escritor famoso por sus diatribas fue el voluble Mark Twain, quien llegaría a decir que cada vez que leía Orgullo y prejuicio le entraban ganas de desenterrar a su autora y golpearla con su propia tibia. Él mismo sería, sin embargo, blanco de la furia de Virginia Woolf, la cual le describió así:

«Un gacetillero que no habrían calificado ni de quinta en Europa. Les tomó el pelo a unos cuantas momias literarias salpicando sus textos aquí y allá con algunas dosis de color local, las suficientes para intrigar a frívolos y flojos».

La misma autora también arremetió contra Joyce, a cuyo Ulises consideraba «el trabajo de un despistado preparatoriano rascándose los barros». Contra la misma obra escribió Paulo Coelho, quien la consideraba «puro estilo» y «uno de los libros que causaron un gran daño», si bien el propio detractor ha sido objetivo de gran cantidad de vilipendios, destacando entre todos las palabras de Héctor Abad Faciolince:

«La primera respuesta que me di, apenas empezando la lectura de algunos de sus libros, fue que quizá Coelho disfrazaba de misterio y asombro las puras tonterías. Oigan esta, por ejemplo: “Era un día caluroso y el vino, por uno de estos misterios insondables, conseguía refrescar un poco su cuerpo”. De verdad, qué misterio insondable que un líquido quite la sed. Después me di cuenta de que sus técnicas narrativas no se agotan en la simple estupidez; son algo más hábiles y algo menos burdas».

Ernest Hemingway, otro literato ya casi clásico, ha sido vituperado por autores del nivel de Nabokov («Me repugnó»), Capote («Es idiota del todo») o Faulkner, quien manifestó: «Jamás ha utilizado una sola palabra que pudiese mandar al lector en busca de un diccionario». A su vez, Hemingway recriminó a este último su aparente fe en que las grandes palabras generan grandes emociones en el lector.

Faulkner es conocido por el veneno de sus invectivas; a Henry James, por ejemplo, lo llamaría «la viejecita más encantadora que he conocido nunca». Del mismo autor se burlaba T. S. Eliot diciendo que su mente era tan perfecta que ninguna idea podía profanarla, y Oscar Wilde al observar que James escribía «como si fuese una obligación desagradable», aunque Wilde era precisamente famoso por su acidez. Sin ir más lejos, el autor de El retrato de Dorian Gray llegaría a decir:

«Hay dos maneras de sentir aversión hacia la poesía: la primera es tener aversión hacia ella; la segunda es leer a Pope».

Por lo que respecta a Capote, igualmente conocido por su mordacidad, apenas pueden documentarse todas sus ofensas contra otros escritores. Sobre De aquí a la eternidad, la obra de James Jones, dijo que «con lo mierda que es, me extraña que el hombre que la escribió tenga esa extraordinaria pinta de estreñido». A Jack Kerouac, más que un escritor, lo consideraba un mero mecanógrafo, y John Updike simplemente lo aburría.

Por supuesto, el propio Capote recibiría las críticas de otro vilipendiador profesional, Gore Vidal, quien le reprochaba haber hecho del mentir un arte («Un arte menor», puntualizó). Otros apóstrofes famosos de Vidal son el que dedicó a Dwight MacDonald, a quien dijo «¿No te das cuenta, Dwight, de que no tienes nada que decir, sólo que añadir?», y el escrito contra Joyce Carol Oates, cuyo nombre consideraba «las tres palabras más desalentadoras en el idioma inglés».

Para terminar, cabe mencionar nuevamente a Nabokov, prolífico vituperador. A Dr. Zhivago, la obra de Boris Pasternak, la tachaba de «cosa lamentable, chapucera, trivial y melodramática, llena de situaciones manidas, abogados voluptuosos, mujeres poco creíbles y coincidencias trilladas». Dostoievski sería calificado por él como «un escritor bastante mediocre con destellos de excelente humor separados, desgraciadamente, por desiertos de vulgaridad literaria» y de la obra de Samuel Beckett diría:

«Todo es tan gris e incómodo que al final parece que sufre constantes malestares de vejiga, como le pasa a la gente mayor cuando duerme».

Por su parte, Nabokov fue objeto de chanza de Borges, el cual defendía no haber leído Lolita porque «la longitud del género novelesco no coincide ni con la oscuridad de mis ojos ni con la brevedad de la vida humana». Más agresivo, Kingsley Amis le dedicó numerosos insultos; en particular, declaró que Nabokov «representa todo lo que está mal en la mitad de los novelistas estadounidenses y ha jodido a muchos bobos de aquí». La crítica no resulta, en el fondo, extraña proviniendo de un autor que hablaba así de su propio hijo:

«Ya ha salido la nueva novela del jovencito Martin. La encontré dura de roer».

BONUS: Algunas troyas extra

Sobre Shakespeare:

«Recuerdo que los actores, en un intento de honrarle, mencionan a menudo que Shakespeare nunca tachó una línea de su prosa. Mi respuesta siempre ha sido: ojalá hubiese tachado mil» – Ben Johnson.

«Después de todo, lo único que hizo fue hilar montón de viejos refranes populares» – H. L. Mencken.

«Cuando quiere ser un escritor, en los sonetos, se pierde en antítesis y en sutilezas fútiles» – Adolfo Bioy Casares.

«Shakespeare es ilegible y está sobrevalorado. Pero la gente no quiere escuchar esto. Uno no puede atacar templos. Ha sido fijado a lo largo de los siglos. Uno puede decir que tal es un pésimo actor, pero no puede decir que Shakespeare es mierda» – Charles Bukowski.

Sobre Salinger:

«Odié El guardián entre el centeno. Me tomó días y días poderlo acabar, con mucha dificultad, una página tras otra sonrojándome de la vergüenza en su nombre frente a cada ridícula frase que se me cruzaba enfrente. ¿Cómo pueden dejar pasar esto? Que alguien me explique» – Elizabeth Bishop.

«Salinger es el favorito de todo el mundo. Parezco ser el único que le considera poco más que la mayor mente que se quedó en la escuela preparatoria» – Norman Mailer.

Sobre Cela:

«Una de las personas más vacuas e insoportables de la literatura internacional» – Italo Calvino.

«Hace treinta años que no lo leo. Es un pelmazo» – Rafael Sánchez Felosio.

«Distingo entre narradores e intelectuales, y otros que ni son narradores ni intelectuales, que sólo escriben pura cháchara y retórica, como Cela, que es un plúmbeo» – Juan Marsé.

César Aira sobre Cortázar:

«Hay algunos cuentos que están bien. El de los cuentos es el mejor Cortázar. O sea, un mal Borges, o mediano».

«Cortázar fue para todos los argentinos una iniciación, pero si uno vuelve a leer sus textos en la madurez se le ponen los pelos de punta, porque se da cuenta de que no era un escritor muy bueno. Yo lo admiraba, pero ahora me parece malo».

Thomas Banington sobre Sócrates:

«Cuanto más lo leo, menos me extraña que lo envenenaran».

Eduardo Mendoza sobre Kafka:

«Kafka era un mal escritor, y él lo sabía».

Thomas Carlyle sobre Goethe:

«Goethe es el genio más grande que ha existido en un siglo, y el imbécil más grande que ha existido en tres».

Evelyn Waugh sobre Proust:

«Estoy leyendo a Proust por primera vez. Muy poca cosa. Creo que era un retrasado mental».

Ezra Pound sobre Chesterton:

«Chesterton es como la vil capa de escoria de un estanque».

Cyril Connolly sobre Orwell:

«No podía sonarse la nariz sin tener que moralizar sobre la industria del pañuelo».

Gustave Flaubert sobre George Sand:

«Una gran vaca rellena de tinta».

Ortega y Gasset sobre Salvador de Madariaga:

«Era tonto en cinco idiomas».

Richard Coleridge sobre Eduard Gibbon:

«Su estilo es despreciable, pero eso no es lo peor de él».

W. H. Auden sobre Robert Browning:

«Creo que Robert Browning no fue bueno en la cama».

Mary MacCarthy sobre Lillian Hellman:

«Todas las palabras que escribe son mentiras. Incluyendo y, él, la y lo».

Reinaldo Arenas sobre Carlos Fuentes:

«Carlos Fuentes se expresaba en un inglés perfecto y parecía ser un hombre que no tuviera ningún tipo de dudas, ni siquiera metafísicas. Era para mí lo más remoto a lo que podía compararse con un verdadero escritor».

Rodrigo Fresán sobre Mario Benedetti:

«¿Benedetti? Ughs».

Imagen de perfil de guillermo

3

guillermo


Deja un comentario