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La cultura japonesa nos ha regalado miles de dimensiones tan impresionantes como curiosas. Cada vez que pensamos en Japón, se nos viene a la mente la comida, los paisajes con cerezos, la pintura, la caligrafía, el manga, los kimonos… Y también su  peculiar poesía, el llamado haiku.

Los haikus son poemas breves de 17 moras (pronunciaciones básicas del japonés) que se dividen en tres versos: el primero de 5 moras, el segundo de 7 y el tercero de 5 otra vez. No tienen ni rima, ni mayúsculas, ni puntuación, ni título. La expresión es totalmente sencilla, así como el contenido: la naturaleza, la vida cotidiana, lo real, lo que nos llega a través de los sentidos. Además, una de sus singularidades es la presencia de las estaciones (aunque pueden carecer de ella): el kigo es una palabra o expresión que indica la época del año a la que se refiere el poema.

Los orígenes de esta poesía son diversos: el Zen y el Budismo impregnan al haiku de espiritualidad; el Confucianismo añade la sobriedad formal; el Taoísmo propone volcar la vida a la espiritualidad: en el haiku se observan las ideas del universo, de la nada, de lo natural, de la armonía. La poesía china clásica también es uno de sus orígenes: los versos cortos, las sensaciones, la naturaleza, la sensibilidad, la influencia de temas pesimistas, como el paso del tiempo, la nostalgia…

Aquí os dejamos algunos haikus de los maestros de esta poesía:

 

Kobayashi Issa

 

Cae bocarriba

la cigarra de otoño

y sigue cantando.

Yosa Buson

Lluvia de primavera;

¡pobre aquel

que nada escribe!

Masaoka Shiki

Qué distinto el otoño

para mí que voy

para ti que te quedas.

Matsuo Basho

Este camino

nadie ya lo recorre,

salvo el crepúsculo.

Artículo redactado por Sara Hernández

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