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Un viaje por los pseudónimos literarios

Desde prácticamente el origen de la literatura muchos han sido los autores que han usado un pseudónimo para publicar sus obras. Cada uno tenía su motivo: proteger su intimidad, ocultar su condición de mujer, no avergonzar a su familia, tener un nombre más comercial, etc.

Un viaje por los pseudónimos literarios

Hacemos un repaso de los pseudónimos más conocidos de la historia de la literatura:

Daniel Defoe publicó su obra más famosa, Robinson Crusoe precisamente bajo el nombre de su protagonista. ¿La razón? Evitar problemas con la ley por publicar «escritos incendiarios y provocativos». Defoe se cubría así las espaldas con el náufrago.

En el caso de Voltaire, muy pocas personas conocen su verdadero nombre: François-Marie Arouet. Voltaire escogió el pseudónicmo como una forma de romper con su pasado y su familia, y poder criticar al Gobierno en sus obras sin que nadie le relacionara con ellas. Lo mismo sucede con Stendhal, o lo que es lo mismo, Marie-Henri Beyle, que escogió el pseudónimo de Stendhal para alejarse de su familia, que desaprobaba sus actividades literarias.

George Orwell

Pablo Neruda era también un pseudónimo: Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto se ocultaba bajo este nombre para que su padre no le descubriera. Él se oponía a que su hijo fuera poeta. George Orwell tampoco era el nombre verdadero de su autor: Eric Arthur Blair acuño este nombre cuando publicó Rebelión en la granja. Así ocultaba a su familia su pasado viviendo en la pobreza.

En el caso de las mujeres, muchas de ellas usaron pseudónimos masculinos para evitar la discriminación por su sexo, ya que escribir era una «actividad de caballeros», como un escritor le dijo a Charlotte Brontë. Esta fue la razón de que ella y sus hermanas decidieran ocultarse bajo los nombre de Currer, Ellis y Acton Bell (Charlotte, Emily y Anne). Lo mismo le sucedió a Amantine-Lucile-Aurore Dupin, más conocida como George Sand.

Otras veces, las escritoras han preferido jugar con la ambigüedad usando solo las iniciales de sus nombres, como J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter, o P.L. Travers, la creadora de Mary Poppins.

El padre de Alicia en el País de las Maravillas era muy modesto y su principal deseo era mantener su privacidad, por lo tanto, escogió el pseudónimo de Lewis Carrol. De esta forma, Charles Lutwidge Dodgson se mantenía al margen de sus obras, o lo intentó.

Aunque también los hay que eligen un pseudónimo para romper con su pasado o llegar más fácilmente al público, como Joseph Conrad, que «adaptó» su nombre para que fuera más sencillo de pronunciar (su nombre polaco era Józef Teodor Konrad Korzeniowski, mucho más complicado). Al igual que Voltaire, muy pocas personas saben que Mark Twain era un pseudónimo: Samuel Langhorne Clemens era el hombre que se escondía detrás. Se cambió el nombre para parecer más sureño y ganar más credibilidad como escritor rivereño.

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